martes, 14 de julio de 2015

Io avrò cura di te










Era casi media noche cuando regresábamos a casa, desde la radio de su viejo coche de repente pusieron "La cura" de Battiato.

Ya conocía esa canción, alguien en Milán un año antes me había amado y regalado varios discos de los grandes cantautores italianos.

La última noche con Diego llegaba a su fin, pero yo no quería irme y dejar atrás aquel hombre, sabía con certeza que de hacerlo nunca más lo volvería a ver.

Terminaban mis días en Emilia-Romagna, después de seis meses sin conseguir trabajo estable no podía continuar allí. Llegó el momento de partir, de volver a comenzar de cero, de sacar fuerzas.

Otra vez regresaba a Lombardía y Diego no podía hacer nada para retenerme, mi billete de tren aguardaba, también Brescia y un futuro incierto. Ese era el precio que debía pagar.

Alguien dijo una vez: "la suerte consiste en creer que tienes suerte", pero conmigo no funcionó y el hecho de haber podido escapar de la Isla pasó a convertirse de suerte en horrible pesadilla.

Era más fácil desistir, darse por vencida, regresar a Cuba, pero yo no quería ni podía rendirme. En ese país había dejado mis mejores años, allí bajo aquel sol y calor asfixiante fui feliz y no lo sabía.

Había llegado la hora de demostrarme que sí podía y que intentaría ser fuerte a pesar de todo. Ya no se trataba de aprender el idioma, ni de lidiar con la burocracia para legalizarme, 
mucho menos de adaptarme a nuevas costumbres. Tenía que continuar mi camino y amar era un lujo que no podía darme en ese momento. 

Jamás volví a ver a Diego.
A menudo lo recuerdo, sobre todo cuando escucho a Franco Battiato interpretar "La cura".




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